Cuando adolecentes, elegimos uno
o varios géneros musicales con los que sentimos complicidad auditiva e
identidad estética. El punk es uno de los que yo elegí. Lo elegí porque sus
ondas sonoras masturbaban las ideas que vivían entonces en mi cabeza. Además,
el histrionismo estético de largas y coloridas crestas, remaches y botas
largas, apelaban a la idea que yo sostenía era la viva imagen de la rebelión
sin censura. Siempre tuve la duda del por qué otros elegían el punk. ¿Tendrían
las mismas motivaciones que yo? ¿A ti por qué te gusta el punk? Inquirí a
varios amigos y conocidos en mi adolescencia. Las respuestas siempre
versátiles: desde trivialidades hasta pendejas políticas o existenciales que me
sacaban de pedo. Sin olvidar las que aludían simplemente a la actitud por
encima de las anteriores.
Que porque era una manera de
chingar al sistema (¿cuál pinche sistema, el solar, el político, musical? ¡sepa
la chingada!), así, sin más, contestaban una buena cantidad de ellos. Otros
aparentemente más informados, respondían que se trataba de una desobediencia
política y que por definición el punk es anarquista. Otros, aparentando conocer
los principios rectores de la vida, respondían: porque la vida y la existencia
es una mierda y somos mierda, somos basura, los podridos del sistema (¡puta
madre! Pero, ¿cuál pinche sistema?). Finalmente, los más laxos decían, a mi me
vale verga la política o las mamadas esas del existencialismo. Yo soy punk
porque vivo como quiero vivir, hago lo que quiero cuando quiero. El punk es
actitud, música, fiesta sin control, y eso sí, ropa estilo hot topic. No
obstante la variedad de respuestas, todas tienen un rasgo en común: son todas
justificaciones para pensar, actuar o aparentar.
Para mi fue difícil no sentir
influencias de cada tipo de respuesta, no me justifica el haber sido
adolescente, sino pendejo. Ninguno entre
mis conocidos o fuera de ellos comprendió (al menos durante su etapa
adolescente), que el punk no necesita justificación. Yo soy punk y ya, lo soy
porque no necesito justificarme para serlo. A quién le importa tu compromiso
político, tus debates existenciales o el hecho de que te tome horas levantar
esa enorme cresta y otras tantas para amarrarte las agujetas de longitudes
kilométricas. Tampoco importa si la música fue parida, abortada o creada en
laboratorio. Ahora con varios años más en mi haber, he visto gran cantidad de
documentales que tratan de responder a la pregunta ¿qué es punk? Muy bien
idiotas, ahora tengo las mismas respuestas que oí cuando era adolecente, con la
diferencia de que no son mis conocidos, sino los conocidos de cualquier hombre
o mujer que se diga seguidor del género musical que aquí hemos manoseado. Sí,
esos que se proclaman los padres históricos del punk, las “old school bands”.
Éstos afirman que el punk está
muerto y afortunadamente no se equivocan. Lo que no dicen es que ellos en
complicidad nuestra lo matamos. No han sido las “teen bands” o el libre mercado sino la obstinación de
justificar el punk. Actualmente, prefiero pensar que no hay más punk vivo, que
todo murió. Sin embargo, en mi persona hay una especie de necrofilia musical y
el hecho es que el punk aún masturba mi cerebro.
Elapestoso.
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